Julio, luego de vivir varios minutos de terror y adrenalina, finalmente descubrió que lo que se movía debajo de su cama, era Guillermo Ramis, el meteorólogo del informativo, a quien no conoce personalmente. ¿Qué hace Ramis debajo de su cama?
Julio está totalmente desconcertado, no sabe cómo reaccionar, no puede creer que el meteorólogo del informativo haya violado la seguridad de su hogar y se haya escondido debajo de su cama.
Guillermo Ramis, a quien siempre vemos con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, con su abultado bigote, sus lentes y su clásica expresión de viejo "bonachón", en ese momento resulta casi irreconocible, abrumado por la vergüenza, sale con mucho esfuerzo desde debajo de la cama. Se quita los lentes, le pide disculpas a Julio y que por favor no llame a la policía.
Le confiesa que desde niño sufre de una terrible enfermedad. Desde que tiene memoria, todas las noches de tormenta o frío intenso, entra en pánico y se comporta de forma extremadamente irracional. Su enfermedad fue lo que lo llevó a estudiar meteorología, creyendo que si lograba comprender en profundidad la naturaleza de los fenómenos climáticos, dejaría de comportarse de esa manera, pero evidentemente, no ha podido superar su maldición.
Se pone a llorar. Julio trata de calmarlo, le trae un vaso con agua y se compadece de este pobre señor. Le dice que se tranquilice, que no va a llamar a la policía. Le ofrece llevarlo hasta su casa.
Ramis, se calma, le agradece su gentileza, vuelve a disculparse y le dice que no será necesario.
Julio lo acompaña hasta la puerta y le toca el hombro, como deseándole suerte. En ese momento, un fuerte trueno desata una nueva tormenta. Ramis se coloca unos grandes guantes de lana para protegerse del frío y desde el bolsillo interno de su campera, saca un psicrómetro atmosférico, un instrumento de metal que suele usarse para medir la humedad del aire. Sorpresivamente, hunde el psicrómetro en la yugular de Julio, quien lo observa con una mirada atónita y terrorífica mientras se desangra. Ramis cierra la puerta y estando ya afuera del departamento, vuelve a ponerse sus lentes, se acaricia el bigote y sonríe ampliamente, retomando su clásica expresión de viejo bonachón.
